Cabeço d`or, Cabezón de oro

Cabeçó d'or


El marco geológico y ambiental del Cabeçó, además de lo que podría aportar de otras fuentes, ya formal y científicamente escrito en numerosos tratados, tesis y estudios. Decir, que es un abigarrado caos ordenado de lajosos farallones que superan los 200 metros de altura vertical, alineados de Sur a Norte, paralelos entre ellos, rompiendo la monotonía del resto de formaciones montañosas relacionadas y correspondientes al prebético. 
Leyendas y mitos, o lo que es lo mismo, tradición popular, rico folclore, se despeña desde sus afiladas y horadadas crestas, sus intrincados barrancos y canales, callejones de espectacular derroche calizo carstificado. Bastión de abigarrados  tonos, bañado de costera bruma mediterránea y primaveras blancas de olor a almendras, de las que se nieva, o se nevaban sus faldas, para más inri del más puro romanticismo de una época de esplendor agrario y cultural, bajo el mimo y el tesón de aquellos otros bajo su luna creciente, que dejaron tantas improntas en nuestro devenir rural y no tan rural.
Moles intrincadas, cuevas, minas, tesoros, perspectivas, hechos y supersticiones, que pueden verse, notarse, en amaneceres, atardeceres, en las horas silenciosas y meditabundas, en las horas de arreciante viento o de tormentas, o en las horas veladas de niebla, o de jirones de nubes en penachos, flámulas, oriflamas y gallardetes, que claman batalla de geogónica lucha protohistórica. Las Horas, que ajenas al tiempo, fueron personificaciones o diosas del orden de la naturaleza y de las estaciones. El resto, es mejor venir... y verlo.

Sus múltiples sectores para todos los gustos y colores, hasta ahora raramente masificados, exceptuando puntualmente el sector de la cueva de Canelobre, hacen de este lugar una auténtica maravilla para todo el colectivo montañero y escalador.