2 de octubre
de 2021
Puig Campana - Crónica de un rescate triunfal
El viernes por la tarde, mientras estaba trabajando en un bautizo de escalada en Toix, me llama Elías para quedar para el sábado. Lo llamo más tarde y me propone hacer la Ros Gregori comenzando por la original de la Montesinos hasta la gran campa, para seguir después por el tramo común Montesinos-Ros Gregori y después acabar por el muro final de la Ros Gregori.
El sábado a las 8:00, tras seleccionar el material y distribuirlo entre los dos, comenzamos la aproximación a la oeste. Elías lleva una mochila con las cintas, el agua, un frontal, los cortavientos y lo personal y además una cuerda, yo llevo en el arnés, los empotradores y friends, lo personal y otra cuerda. Vamos hablando del plan de la escalada y a tramos vamos pasando uno delante del otro según hacemos alguna parada o cambio de sendero. La temperatura es agradable pero hay mucha humedad, el Puig Campana, por arriba, va cubriéndose de una blanca capota que le confiere la particular naturaleza Alpino-Mediterránea de escalada de aventura y ambiente dolomítico.
Nos encontramos con Sanchiz y compañía, que están metidos en el primer largo de la vía Diamante, tras una breve conversación, continuamos hacia nuestro objetivo.
Llegamos a pie de pared y comenzamos el
primer tramo de trepada a la izquierda de la vía Fisura Neolítica que asciende
a la repisa superior del contrafuerte inicial. Aquí oímos voces hacia la
izquierda, me asomo caminando por la vira y veo a Enrique padre y a Enrique
hijo que están en el último largo de la Ros Gregori del contrafuerte inicial, van a hacer la vía Matar o morir, tras otra breve conversación nos despedimos y
vuelvo atrás hasta situarme bajo la canal de la Montesinos, donde Elías ya ha
comenzado el ascenso. Subimos los primeros metros de la canal y del seudo-espolón de la derecha de la misma, que combinados y en varios zigzags asciende
por terreno fácil hasta la campa. Inicialmente es un tramo de abundante
vegetación y pequeños resaltes de roca sin complicación y poca exposición, exceptuando
un corto y plantado murete a la izquierda bajo una gran cueva que hacemos con
mucha precaución
y después continuamos caminando hasta
llegar al estrechamiento final en medio de la canal central.
En este murete del final de canal decidimos equiparnos y encordarnos. Entonces Elías se da cuenta de que se le ha
caído el casco por el camino. Pensamos que ha sido en los tramos más arbustivos
de la trepada inicial hacia el contrafuerte. Montamos una cuerda y Elías baja
rapelando, llega a la repisa y continúa descendiendo por la trepada hasta la
base de la pared, aquí desaparece de mi vista y cuando lo vuelvo a ver está
descendiendo hacia el PR del camí de la Bodega (el de la oeste), desde éste me
llama por teléfono y me dice que va a continuar descendiendo hasta el
aparcamiento a ver si encuentra el casco. Llega al coche pero no está, vuelve a
subir de nuevo haciendo una búsqueda más fina. Mientras, yo he preparado el
material para ascender estos metros más plantados pero fáciles en ensamble
hasta una cornisa diagonal a izquierda hasta el resalte previo a la campa.
Cuando llega, me dice que no ha encontrado
el casco, parece que alguien que ha pasado por el mismo tramo lo ha encontrado y se lo ha llevado. Se encuerda y hacemos estos últimos metros hasta salir a la gran
campa. Aquí evaluamos la situación y descartamos de inmediato el plan original.
Planteamos el día como una jornada de aerobic (Elías, a estas alturas, ya lleva
800m. de desnivel positivo acumulado) y vemos posibles alternativas para salir
de la oeste minimizando el riesgo de no llevar casco. Descartamos los rápeles por ser por canales pedregosas y decidimos salir por la Espasa de San Jaume (que
casi es caminando) para tomar el tramo final de la vía normal en los últimos
metros del espolón suroeste. Mientras subimos por la campa, oímos a Enrique y a
su hijo que ya están en el interior del barranco inmersos en su vía y vemos a
un grupo en la vía de los Entorns.
Al final de la campa nos volvemos a
encordar bajo la pared del inicio de la gran vira de la Espasa y por la zona
más evidente y fácil, asciende Elías un largo con algún paso de 4º y
apura cuerdas hasta la reunión.
Después continúo yo, sobre la vira, casi
caminando, con algún paso de 3º, pasando por debajo de varias vías de las que
vamos viendo los seguros y estudiando sus trazados para otra posterior
incursión. Llego al final de la Espasa y monto reunión ya en el filo de la
arista del espolón suroeste, por donde discurre la vía Normal del Campana.
Mientras tanto, lo que comenzó como una
pintoresca capota de nubes sobre el Campana, se ha convertido en un húmedo y
envolvente manto de espesa niebla, que envuelve completamente las paredes y
oculta el vacío más allá de apenas 50 metros, con este vertiginoso ambiente,
disfrutamos inconscientes de la belleza del entorno envuelta en el mágico misterio de esta insidiosa y sutil trampa.
Continúa Elías, ascendiendo por la arista,
chapando los cordinos de puentes de roca y llega al paso clave de la Normal, un corto diedro de 5º grado, plantado pero equipado con varios clavos de época pero muy
bien conservados, después sigue subiendo por terreno muy fácil y apura cuerdas, montando reunión en una repisa sobre la
arista.
Continúo yo, siguiendo por la arista con
pasitos de 3º y 4º, asegurando en los cordinos que voy encontrando hasta llegar
a una reunión con 2 bolts, justo sobre la última campa de la vía Diedro
Mediterráneo, bajo el último resalte de la arista, muy cerca de la reunión
original equipada con un cordino en puente de roca. Aquí reconocemos el
siguiente tramo, que hicimos hace poco cuando salimos del Diedro Mediterráneo
por esta variante de salida, acompañados por Joaquín.
Sigue Elías por este último resalte de 20
metros con pasos de 4º, equipado con algún clavo, apurando cuerdas hasta llegar
por entre un caos de cortos resaltes y bloques, a la última reunión del
espolón, en un puente de roca con un cordino. Aquí mismo comienza la ruta de
descenso al Carreró, junto a nosotros y a nuestra altura hacia el este, podemos
ver los puntos rojos de pintura que señalan el recorrido del descenso.
Son las 13:45 aproximadamente. Aquí Elías
me propone subir hacia el Morro del Portell, para desde ese
punto, averiguar y controlar el descenso por los rápeles de la cara oeste y hacer un reconocimiento de
estos. Vamos bien de tiempo y la escalada ha sido un paseo, me parece bien.
Recogemos material y cuerdas, Se pone las zapatillas, yo no he llegado a usar los pies de gato y los llevo desde el coche colgados en el arnés.
Sin quitarnos el
arnés, desde esta última repisa, salgo delante por entre bloques para
tomar los vericuetos, ya entre encinas y bloques que nos conducen al Morro del
Portell. Supero este corto resalte de 3 metros tumbados y llegando a la encina me
vuelvo y veo a Elías de hombros para arriba, ya saliendo del resalte, continúo
y antes de dar 2 pasos oigo un tremendo ruido de bloques, me vuelvo y... Elías
no está, lo llamo... no contesta, ¡¡¡corro!!!, me asomo al borde y no veo a
Elías, ¡¡¡GRITO!!!...silencio. En dos saltos me coloco en la repisa de la
última reunión, me asomo por el lado derecho, sobre el diedro chimenea... 10 - 12
metros más abajo, sobre una sabina, yace mi compañero inerte y en silencio
total, se me hiela la sangre, no doy crédito. Bajo corriendo saltando de
resalte en resalte y cuando llego le hablo pero no contesta, me acerco y lo
oigo respirar dificultosamente. !!!!Ahhhhhhh...esto NO puede estar pasando!!!...Grito de mala
hostia.
Le recojo las piernas que quedan un poco
fuera de la sabina, le
voy dando la vuelta poco a poco tirando de la axila opuesta hasta
tenerlo de lado medio sentado y apoyado en mis piernas, a partir de ese momento
Elías comienza a hablar difícilmente y parece que respira mejor, le anclo un cordino al arnés y este a un buen friend, lo cojo de las axilas y con su ayuda, (él
apoyando las manos en el suelo), lo voy arrastrando sentado hasta ponerle la
espalda contra la pared, y rompiendo alguna rama de la salvadora sabina, le
coloco las piernas lo mejor posible.Le pregunto, le hablo, él me contesta,
pero no puedo apartar de mi vista la horrible herida de la cabeza de donde mana
mucha sangre y cuelga la mitad del cuero cabelludo. Sin pensar le recoloco la
piel siguiendo el patrón de los cortes y le pongo la camiseta que llevaba Elías
en la mochila, a modo de vendaje atado como un vulgar gorro de albañil, Intento
ponerle mi casco pero no le cabe y desisto de ello, comienzo a llamar al
112, mientras le voy colocando las cuerdas y la mochila a modo de colchón y
almohada, y tapándolo con los cortavientos que llevábamos, colocando alguna
piedra y rama de la propia sabina para hacer la base lo más cómoda posible.
Mientras tanto me contestan en el 112, doy el parte del accidente y tras alguna
ligera pero desesperante incidencia con el sms que me envía para captar
ubicación y que me saca de quicio, logro que me pase el teléfono del equipo de rescate y mando mi ubicación
por washapp.
Quedo a la espera de nuevas llamadas y/o
instrucciones. Voy evaluando la situación mientras atiendo a Elías, le
pregunto, lo observo, lo veo muy grave pero está consciente, desde que está en la nueva posición parece que ha dejado de sangrar la cabeza, aunque la camiseta está prácticamente empapada. Voy adecuando lo
que puedo el emplazamiento. Subo, bajo, me asomo por un lado y por el otro, dando algún grito de vez en cuando,
descarto la idea de bajarlo por la pared, mucha repisa y roca con abundante
material dispuesto a rematar el asunto. Preparo un pasamanos en la parte
superior para facilitar el acceso al equipo de rescate, limpio y entibo las
piedras sueltas que hay por encima de nosotros y preparando material. Intento
organizarme mientras de tanto en tanto sigo dando gritos con idea de ser escuchado
por los escaladores que estarán terminando por arriba y/o por abajo. Sigo
subiendo, bajando, retirando piedras y evaluando posibilidades para evacuar a
mi compañero y ESPERO...¡¡¡MALDITA ESPERA!!!
A las 14:35 aproximadamente oigo el
helicóptero que se acerca, al poco lo tenemos justo debajo, la visibilidad es
muy mala, aunque hacia la oeste puedo llegar a ver hasta más de 100 metros de
distancia y hacia los puntos rojos otros tantos. Grito, saco el frontal y hago
inútiles señales, me subo a un pirulo y muevo los brazos...Nada, no me ven, ni
yo tampoco los veo, están muy cerca. Dan una pasada hacia la oeste, después
vuelve y al poco se va. ¿Qué pasa?... La niebla se ha cerrado y ya no se ve la
pared... ESPERO... llamo por teléfono a los bomberos, les digo que han estado
debajo de nosotros, que por qué no aparecen por arriba que hay más claro, al
poco vuelve a oírse el helicóptero, vuelve a dar otra pasada, otra vez la misma
situación, pero esta vez tras un rato debajo de nosotros, se va en dirección al
Carreró. Vuelvo a llamar y muy alterado les digo que estamos en la confluencia
de las vías del Espolón Central y la Normal, que vuelen más alto y desciendan,
que por arriba hay más claro y que se den prisa... El bombero que me atiende,
con voz calmada me dice que lo han intentado y que no me altere, que están
dejando a un equipo que viene por la ruta de los puntos rojos a mi posición,
que tenga paciencia y no llame más y que quede atento al teléfono por si me
llaman ellos. Me sereno y le voy transmitiendo a Elías la información y
evaluando sus respuestas y comentarios. Sigo para arriba, para abajo, quitando
piedras, visualizando los puntos más factibles para sacar a mi compañero de
aquí. De repente aparece un rescatador !!!Beto¡¡¡ ¡qué alegría!, casi lloro de la
emoción, le cuento lo sucedido mientras se acerca y habla con Elías, al poco
aparece Pepelu (antiguo alumno de TD1) que me reconoce y con el que sigo
hablando de la situación.
Parece que han venido corriendo, pues han dejado
bastante atrás a Diego (el médico), que no tarda en aparecer por encima del final
del Espolón Central y en pocos minutos está con nosotros. Le explico los daños
que he observado y cualquier información relevante de la caída y movimientos
realizados, mientras él comienza a atender y a curar a mi compañero. Tras realizarle una cura de primeros auxilios, Diego nos pide a Beto y a mí que ayudemos para vendarle correctamente cabeza.
Empieza a hacer fresco, la niebla por momentos, va acompañada de agua micronizada, Elías tiene frío. Diego, tras comprobar su capacidad de movilidad nos solicita para abrigar a Elías, que entre los tres le pongamos en un saco térmico, aunque Elías nos facilita la tarea como puede, pero el saco acaba rompiéndose en los pies por las piedras y ramas de la sabina. Al rato estamos todos ubicados, y como Elías se queja de estar muy incómodo donde está, me pongo a fabricar una plataforma excavando y apilando piedras con tierra un poco más arriba de su posición y después lo recostamos sobre el nuevo emplazamiento.
Después,
Beto me dice que refuerce la línea de vida, monto cuerda y empiezo a lazarlo
todo para poder movernos todos con seguridad. Por debajo de nuestra posición hay una amplia canal en rampa de 4-5 metros que desaparece en un borde que da
al vacío.
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Fotos realizadas por miembros del grupo de rescate de bomberos. "Elías, Diego y yo en el 2º emplazamiento justo bajo el diedro-canal, y poco más arriba de la sabina salvadora. |
Al poco Elías avisa de que
tiene náuseas y como el rincón donde está es angosto empezamos a buscar una
bolsa. Al final con la navaja corto un trozo del saco que se
había desfondado por debajo con las ramas de la sabina rota y se la doy a Diego,
pero, ante el temor de lo malo que podrían ser las arcadas en este momento, no se
me ocurre otra cosa que cortar una ramita de la sabina salvadora y aplastarla
entre mis manos y acercándosela al rostro a Elías, le animo a que huela y
aspire profundo el aroma de la sabina estrujada, diciéndole al mismo tiempo que
era la sabina salvadora, que aspirara su aroma intenso, realiza 3 o 4 aspiraciones
profundas que instantáneamente obran el milagroso efecto de detener las náuseas. Miro de reojo a Diego, que a su vez me mira con cierta expresión de asombro, y
me pasa por la cabeza que pueda pensar que soy un chamán, pero ha surtido
efecto y ahora solo queda esperar al resto del equipo que ha sido trasladado en
helicóptero al Bancal del Moro por culpa de la niebla y ya vienen hacia aquí conducidos por Javier, el
municipal de Finestrat, y esperar también un claro en esta maléfica niebla,
para que venga directamente aquí el helicóptero a por Elías.
Como ahora Elías queda más expuesto en la
vertical del acceso del equipo (justo debajo del ensangrentado diedro canal por
donde ha caído), con la mochila le intento proteger la cabeza, colgando la
mochila sobre él con un gancho en un buen agujero, no dejo de pensar en toda la
mecánica de los futuros movimientos y exposiciones y voy intentando prever y subsanar
todo lo que puedo. Voy retrasando la llamada a Sonia (su esposa), como
queriendo posponer el momento de angustia de ella y su familia y se lo
manifiesto a Diego y a Elías, que en principio están de
acuerdo. Diego no deja de atender a Elías, y este al final solicita
que llamemos a Sonia, le explico la situación lo más brevemente posible
y le doy ánimos, le paso el teléfono a Diego que más profesionalmente se lo
vuelve a explicar y después Elías habla un poco con ella. Pese a ello, ella no
está nada tranquila y al poco me vuelve a llamar. Como no me apaño con el
teléfono de Elías que además parece que tiene poca batería le paso mi número y
le explico que a partir de ese momento le iré pasando toda la información por
washapp y le iré informando de cada paso que demos y del estado de Elías en el
transcurso del rescate.
Con la inminente llegada del resto del
equipo, trepo y me coloco sobre Elías colgado de varios friends y haciendo de
interceptor de cualquier piedra que pueda caer. Al poco (17:45
aproximadamente) empiezan a llegar los del equipo de rescate y Beto y
Pepelu los van poniendo al corriente. Llega Vicent, el coordinador del
rescate, con él, Raúl y todo el equipo, en total son 10, más Diego el
médico y yo. Vicent organiza 3 equipos (yo en el de cola, supuestamente
recogiendo y desmontando material) y tras evaluar la situación y hacer un
reconocimiento del terreno que a mí se me hace eterno, empieza a dar
instrucciones. Mientras tanto se ha abierto un claro y Pepelu llama al
helicóptero otra vez, apenas se aproxima pues el claro no dura ni 20 minutos,
se ha vuelto un poco de viento y las nubes fluctúan más rápido pero igual de densas
y con micro-gotas por momentos. Comienzan a montar cabeceras y preparar maniobras.
POR FIN... ¡Ya salimos, Elías!, ¡¡¡ánimo compañero!!!... Lo veo débil y pregunto de
tanto en tanto a Diego, que me tranquiliza mucho con sus acertadas
observaciones.
Tras encamillarlo y sujetarlo firmemente,
se preparan las cuerdas que han ido montando al mismo tiempo en una cabecera en
la vertical de Elías. Lo ascendemos por el diedro chimenea por donde ha caído,
yo quedo de puente intermedio para separar la camilla y evitar que se encaje en
el interior de la chimenea. Lo subimos hasta la repisa de la última reunión de
la normal, donde empieza el tramo horizontal de los puntos rojos del descenso.
Mientras tanto anochece.

A la luz del frontal, me quedo recogiendo
línea de vida, cuerdas, friends, mochilas. Por momentos voy cargado como un
sherpa con varias cuerdas y varias mochilas- Mientras tanto el equipo de
rescate ha ido pasando a Elías hasta el final del espolón central, y lo han ascendido
unos metros para evitar este angosto y delicado tramo inicial de los puntos
rojos, desde donde bajarán la camilla en rápel acompañado y guiado hasta el
siguiente tramo por debajo de los escalones metálicos. Me quedo a la espera en
estos, aunque cuando llega a mi altura la camilla, le anclo mi cabo a la cuerda
y tiro hacia mí para ayudar a salvar la canal del final antes de llegar a la
base donde empieza un tramo horizontal.
Los equipos se mueven fluidos y siempre
hay un grupo por delante montando cabeceras y líneas, y otro por detrás recogiendo
estas. En medio también un grupo más numeroso de colaboración y guiado para
realizar pasa-camillas y separar esta de la pared del costado en los puntos
donde va rozando. El transporte en estos puntos es más delicado y expuesto para
el grupo, la camilla se polea sobre una línea base, se moviliza con una línea
de tracción y otra de freno, con este método vamos avanzando salvando los
tramos más aéreos y verticales.

De vez en cuando le doy información a
Elías y le pregunto, y es totalmente consciente de las maniobras que estamos
realizando con él de paquete. Cuando alguno quedamos fuera de la maniobra, nos
dedicamos a recoger o preparar el material y las cuerdas para la siguiente maniobra,
deshaciendo con los dientes los apretados nudos y cargándonos de cuerdas y
mochilas que vamos pasando para delante. Diego lo acompaña todo el tiempo. En
los tramos donde hay posibilidad, ayudamos con el sistema de tracción y con
maniobras en grupo de pasa-camilla a pie, y entre todos vamos haciendo avanzar
a Elías, con paciencia y mucho esfuerzo. En algún tramo la cosa se complica
porque la cuerda guía queda lejos del alcance, inaccesible desde el paso a pie,
y roza con la pared en algunos tramos de la tirolina. Sin pensarlo dos veces,
trepo por la pared y me ubico con puentes de roca y friends y me cuelgo de esta reunión provisional para
separar la cuerda de la pared y tirar de la camilla cuando está a mi alcance,
así y en sucesivas maniobras pasamos estos tramos más conflictivos. El tiempo
pasa volando, todos formamos un equipo bien coordinado y no hay errores, pese a
la nocturnidad, pero es lento y laborioso y no se puede ir más deprisa.
Tras pasar la primera parte más aérea y
peligrosa, lo transportamos por la primera campa hasta llegar al final de esta
donde viene otro tramo de pared lateral que acaba en el característico pirulo
que forma una estrecha brecha con la pared y al que se accede por un diedro de
3 o 4 metros. Paso colgado anclado a la camilla, junto con otro bombero, creo
que era Pepelu, así lo vamos separando de la pared y lo vamos llevando con
ayuda del equipo de la cuerda de tracción. Cuando llegamos al pirulo, monto una
cabecera con friends y Pepelu y yo nos aseguramos a ella para dejar libre la
cuerda guía. Pepelu bajo y yo a la mitad del diedro vamos conduciendo la
camilla para hacerla pasar entre el pirulo y la pared, arriba, Vicent y el
resto del equipo tiran y entre todos alzamos la camilla a pulso y la pasamos al
otro lado. Hemos acabado de momento lo más difícil.
Tomamos un descanso mientras el equipo de
cabeza y el de cola acaban de montar una cuerda guía y las correspondientes de
freno y tracción, Mientras tanto Edu, ha bajado a Finestrat y ha ido por
bocadillos, café y agua, y aquí estamos cuando regresa.
Tomamos un refrigerio y tras este descanso continuamos. Mientras estamos este rato sentados,
contemplamos el cielo, ahora estrellado y sin apenas trazas de nubes y hablamos
de la incongruencia de la legislación que prohíbe el vuelo al helicóptero
durante la noche y hasta el orto, creo que es algo provincial o de la comunidad,
ni siquiera es una restricción a nivel nacional, y de un absurdo beocio aberrante.
Seguidamente, por la campa vamos
acompañando la camilla en pasa-camilla pasando de mano en mano los asideros y
relevándonos de atrás a delante, hasta
el siguiente hombro, de donde comienza ya en descenso siempre, la bajada
final entre resaltes y zigzags. Sobre otra cabecera, con una cuerda de freno
sujetan la camilla y acompañada de un grupo también anclado a la camilla y yo
tirando del extremo inferior y quitando piedras para que no se enganche ni tropiezen, vamos
descendiendo hasta la última campa antes del último tramo de pared previo
ya al descenso al Carreró. Son las 6:30, Vicent comenta que nos vamos a
esperar aquí hasta que amanezca, la noche está despejada y con la primera luz
tendremos al helicóptero aquí mismo. No obstante se dejan preparadas las
cabeceras de las siguientes secciones previendo el caso eventual de que hubiera que
descender con la camilla al Carreró. ESPERAMOS...

Elías durante los últimos tramos de
maniobra, se ha ido animando y hasta nos ha ido llamando la atención sobre la
cuerda de tracción, y la de freno, y ha estado totalmente pendiente de cada una
de las maniobras realizadas. Ahora, tras apenas insinuar que tengamos que bajar
al Carreró y continuar a pie, medio en broma nos dice que ni hablar, que él
quiere montar en el helicóptero, que un rescate sin helicóptero después de toda la movida, no tiene
aliciente... Esto me ánima muchísimo y al resto también. Mientras esperamos, se
duerme un poco y hasta lo oímos roncar...¿o lo soñamos? Ahora estoy tranquilo, contemplando
las estrellas desleídas por las promiscuas luces urbanitas que nos chillan en los ojos haciéndonos ver lo cerca que estamos de conseguirlo, mientras el incipiente albor en el horizonte, empieza a separar mar y cielo de la difusa negrura de la noche. Todos nos relajamos mientras va clareando, el
mar plateado y el cielo índigo van acentuando el contraste del suave y lento
amanecer, y dan la bienvenida a la llamada triunfante de la movilización del
helicóptero.

A las 8:20 el helicóptero llega y comienza la maniobra de rescate,
primero coge a Diego, el médico del equipo, y tras izarlo, da una vuelta y vuelve a por Elías, con él sube
Beto, colgado de la eslinga acompañando la camilla.
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Tramo medio de la ruta de evacuación hacia el Carreró
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A mí no me hace ninguna ilusión montar en
el helicóptero, pero la otra opción es bajarme andando por la pedrera cargado
de cuerdas, material y mochilas, así que me quedo para bajar en 2 viajes con grupos de 5
personas cada uno. Esperamos apenas 20 minutos y ya regresa el helicóptero a por
el primer grupo, 15 minutos después, en el segundo grupo, voy con el resto del equipo de rescate.
El helicóptero nos apea en un descampado bajo la población de Finestrat, donde
ordenamos y recogemos el material, mientras expresamos nuestras sensaciones de éxito y nos felicitamos de que todo ha salido muy bien. Después Javier me acerca con el coche de la
policía municipal hasta el coche de Elías, que dejamos aparcado el sábado antes
de todo esto en el segundo aparcamiento de la oeste del Campana. Mientras tanto, Sonia me ha comunicado por washapp, Elías ya está en el hospital.
Cuando voy a arrancar el coche busco el
botón, pero como no tengo ni idea de còmo va, acabo pulsando muchos botones. Al final consigo arrancar, aunque se me para varias veces antes de poder
iniciar el regreso a Finestrat. Cuando llego allí tengo otro problema con el
freno de mano intentando apoyar la rueda en el bordillo intento solucionarlo, hasta que descubro el botón que lo activa. Ante la alarma de tener
que conducir este coche hasta donde me indique Sonia, bajo por el pueblo, en busca de los
bomberos, a los que encuentro tomando un refrigerio en el bar del Molí. Me
invitan y me quedo con ellos exponiendo mi problema de movilidad y la necesidad
de tener que pasar también por mi propio vehículo que está aparcado en la
estación de servicio del Decatlón de Alicante (punto de encuentro donde
quedamos Elías y yo a primera hora del sábado). Por washapp, pido instruciones a Sonia y quedamos en que me lleve el coche a Novelda donde su hermana vendrá a recogerlo cuando pueda. Ante esta
pequeña contingencia y tras exponerlo al grupo de rescatadores que quedan, Raúl
accede a hacer de chófer y llevarme a recoger mi coche y después a acompañarme
a Novelda. Se adelanta el grupo de rescate en el vehículo oficial de bomberos que nos esperarán en Novelda para recoger a Raúl y de aquí regresar a la base
de Elda. De nuevo, !!!Muchas gracias Titanes!!!!
https://www.facebook.com/policialocalfinestrat/videos/993611554765608/?t=3
Ya en casa, 24 horas después del
accidente, el teléfono no ha dejado de sonar desde segunda hora de la mañana,
la noticia ha corrido y paso el resto del domingo atendiendo washapps y llamadas. A
última hora de la tarde recibo un mensaje de Sonia. Me dice que el médico ha
visto a Elías y al parecer no hay nada de gravedad e incluso que puede que le
den el alta pasado mañana...¡¡¡BIEEEEEN!!!. Esto me deja muy tranquilo y cuando
por fin me acuesto, me quedo como un tronco hasta 8 horas después.
Ahora escribo con una amplia sonrisa, de saber que todo ha salido bien, y que esta vez hemos vencido a la fatalidad. Quedará no sé cuánto tiempo, en mi mente, el eco sordo del bloque y sobre todo la imagen de mi
compañero 15 metros por debajo, inmóvil sobre la sabina que lo recogió al vuelo como si de una mano abierta se tratase, el silencio expectante de la pared y el mundanal
ruido de fondo, el momento es tan denso que casi podría pintarlo en un cuadro
holístico, donde se huele la sangre y las lágrimas de dolor, se siente en
el pescuezo el escalofrío del terror y se escucha el vacío sobre el propio y opresivo jadeo retroalimentado por el pánico. Sensaciones primitivas
que se desatan en momentos de drama y que aun sólo pensar en ello, eriza mi cabello.
Mi más sincera enhorabuena al grupo de rescate
de bomberos por su eficiente, diligente y valiente labor, y por el esfuerzo
denodado que han demostrado. GRANDES
P.D.: En los momentos de espera de la ayuda, en los que hablé con él de la caída, me dijo que se le vino encima un bloque y fue arrastrado por él. Al parecer, con la mala fortuna de caer esos 3 metros tumbados hasta la amplia repisa inmediata, de forma descontrolada, y por ello, salir expulsado hacia un lateral de la misma y seguir cayendo por el diedro- chimenea, donde rozó con la cabeza algún filo de lapiaz (inicio del diedro con salpicaduras de sangre de la cabeza, única herida abierta que presentaba) y siguió dando tumbos por el diedro (golpes de espalda), hasta la base de este, formada por un terraplén de tierra con mucha inclinación y algún pequeño arbusto de romero, para seguidamente rodar hasta la sabina que lo detuvo definitivamente (¿rotura de esternón?), quedando semi-extendido sobre ella decúbito prono, con brazos y piernas semi-flexionados. En total una caída de 15 metros como mínimo.
En ningún momento se me ocurrió subir para ver el movimiento de bloques desde donde había caído mi compañero, aunque sí lo observé desde la repisa de abajo mientras estuve montando el pasamanos para cuando llegara el equipo de rescate. No ví nada que me llamará la atención. Yo pasé por ahí primero y no recuerdo haber detectado los bloques cuando subí por la rampa y salí por la roca más franca hacia la derecha y al sendero. En junio, apenas hace 3 meses y medio, pasamos exactamente por aquí, Elías, Joaquín y yo, tras acabar la vía Diedro Mediterráneo. Pero en este caso no teníamos intención de seguir subiendo hacia el Morro del Portell y por ello después tuvimos que descender un trecho hasta coger la ruta de los puntos rojos.
En ningún momento bajamos la guardia y ni con eso estamos a salvo de la adversidad, indistintamente de la actividad que estemos realizando. Lo del casco es vital, pero en este caso todo se confabuló para sumar desgracia y , posiblemente, si no se le hubiera perdido, no habríamos cambiado de planes y habríamos hecho la Ros Gregori sin más problema. Aunque el bloque estaba allí, ya fuera de la pared, una trampa latente que a cualquiera se le podría haber venido encima. Un peligro enrevesado y traidor que acecha constante en este tipo de ascensos y terreno (igualmente podía haber sido realizando senderismo en proximidad de cualquier escarpado resalte), pese a que ya estábamos fuera de la pared y aparentemente esto no podía suceder, sucedió.
Hoy, han pasado 5 días desde el accidente, ya de alta en casa, mi compañero se recupera bien, no reviste traumatísmos de gravedad y todo quedará en un inmenso susto. Estoy ansioso (y me consta que todos los amigos lo estamos) por reunirnos de nuevo y oir su apreciación de los detalles que recuerde, mientras tomamos una cerveza y consideramos toda la experiencia vivida.